miércoles, 9 de diciembre de 2015

Rafael Cadenas y Jorge Luis Borges, dos poetas criticones





Por Juan José Peralta
El poeta barquisimetano Rafael Cadenas (imagen) obtuvo hace poco el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca-Ciudad de Granada en su duodécima edición, según el jurado por su obra “siempre lúcida, deliberadamente marginal y muy callada” y lo reconoce como uno de los grandes creadores de la poesía en español de los últimos sesenta años.
Cadenas, a quien sorprendió la decisión del jurado, es Premio Nacional de Literatura de Venezuela (1985) y Premio Feria Internacional del Libro de Literatura en Lenguas Romances de Guadalajara (México) en 1999. Es de una obra intelectual “muy arriesgada e incómoda con cualquier manifestación totalitaria del poder”, según Carlos Pardo, representante de la Fundación Federico García Lorca, quien hizo el anuncio a nombre del jurado.
Tiempo atrás, antes de recibir el premio de Guadalajara dijo que “la poesía, el arte, el pensamiento son como contrapeso del poder y de la sociedad. Aquél (el poder) tiende a volverse perverso y ésta (la sociedad) a aletargarse. Se requieren antídotos fuertes para contrarrestar esas calamidades. ¿Y dónde encontrarlos sino dentro de la cultura? Se suele pensar que la poesía puede muy poco frente a la barbarie porque sólo le interesa a una ínfima minoría, pero ésta es una legión del espíritu y a través de ella actúa la poesía llegando así a ámbitos más amplios. En todo caso, lo más importante es el desarrollo de la conciencia, en tal sentido la lectura, pero no sólo de poesía, es decisiva”. De Rafael Cadenas circula en las redes sociales su poema crítico ¿Dónde está Venezuela?
A propósito de las elecciones el pasado domingo en Argentina, recordamos las críticas del reconocido escritor argentino Jorge Luis Borges, quien en 1946, cuando el general Juan Domingo Perón ganó las elecciones, se volvió furioso antiperonista y le advirtió que “las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad; más abominable es el hecho de que las dictaduras fomenten la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez… Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor”.

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